Sabemos que un texto no está completo hasta que no es leído. En ese momento se convierte en algo diferente para cada lector. En su ensayo The Collaborative Reader («El lector colaborador»), Robin Black analiza qué aspectos de una historia dejan más campo al lector para intervenir con su experiencia subjetiva y, lo mejor, utiliza este análisis como base a una regla para redactar el principio y el final de una historia.
La escritura es un acto de cooperación entre escritor y lector. O dicho de otra manera, la lectura es una transacción en la que el escritor es también su propio lector (Borges: «cuando uno escribe el lector es uno») y el lector actua como escritor. Pero Black observa que no todos los textos tienen las mismas cualidades respecto a esta transacción. Hay partes de un texto que siempre permanecen bajo el dominio del autor, que el lector no puede influenciar. Por ejemplo:
Si digo que algo ha pasado, ha pasado. Si escribo que una mujer tuvo gemelos, no hay discusión posible.
Pero luego están esas partes del texto que el lector sí puede influenciar y necesariamente influencia. Este tipo de texto provoca distintas sensaciones e imágenes en cada lector que son de necesidad diferentes a como el escritor mismo las había imaginado. Aquí el poder del autor puede ser mayor o menor, pero es siempre limitado. El autor no puede imponer su visión al lector, no totalmente. Por ejemplo, si uno escribe: «el cielo era azul», cada persona que lea esta frase visualizará un tono distinto de azul. Incluso si el texto es mas explícito, si por ejemplo dice: «el cielo era del color de un huevo de petirrojo», el tono exacto, la textura, la intensidad, variarán con cada lector y dependerán de la experiencia de cada cual. Los habrá que ni sepan de que color son los huevos de petirrojo, otros verán el cielo surcado de nubes, algunos imaginarán el cielo intenso del trópico y otros el del verano en el hemisferio norte. Ni que decir tiene que el espacio dejado a la subjetividad del lector es incluso mas grande si entramos en el terreno de las emociones: «la miró enfadado», «sus ojos se llenaron de lágrimas»…
La mujer tuvo gemelos. Porque lo digo yo. El cielo es del azul de los huevos de petirrojo. Lo que quiera que eso signifique para ti.
Robin Black entonces observa que el segundo tipo de texto, —el que deja espacio a la subjetividad—, requiere mas esfuerzo del lector. Seguramente es más atractivo y en última instancia mas satisfactorio que el primer tipo de texto, —el que el autor controla—, pero presupone un cierto compromiso del lector con la trama y los personajes. Hace falta que el lector se involucre para poner en marcha su imaginación y sus emociones al servicio de una historia concebida por otro.
A partir de esta observación, Black formula una tesis brillante: que el texto utilizado al principio y al final de una historia puede y debe de tener en cuenta el proceso a través del cual el lector se involucra en ella.
El principio
¿Qué pasa al comenzar una historia? Si todo va como previsto, el lector cae en un estado imaginativo —no muy distinto al del propio escritor cuando escribe— dispuesto a jugar su papel en la construcción de la historia. Presta su imaginación al servicio de las palabras en la página. Ya no está exactamente en la estancia que ocupa, no exactamente en el tiempo que transcurre. Muchos llaman a esto un estado de ensoñación. Cómo sea que se le llame, encuentro infinitamente conmovedor que dos extraños puedan ocupar juntos un mundo imaginario, separados de todo lo demás. Que puedan de hecho inventarse juntos ese mundo, separados de todo lo demás.
Pero, observa Black, hay muchos maneras de perturbar este proceso colaborativo. Un error es pedir al lector que se lance demasido intempestivamente a la ficción que se le propone. Si al lector se le pide que ponga demasiado de su parte en el primer momento, si se espera que su imaginación contribuya a definir demasiados elementos de la historia de un primer golpe, es difícil que prenda el hechizo, que se consume el encantamiento.
Hay una seducción que tiene que darse antes de que la imaginación del lector se comprometa totalmente… Hay que orientar al lector antes de que pueda empezar a vagabundear por su cuenta. El lector tiene que sentirse seguro de la autoridad del autor antes de desafiarla.
Así, seria conveniente que el principio se centre en proporcionar al lector información sobre la trama, la situación y los personajes que permita que empiece a interesarse en los eventos de los que es testigo sin demandar un excesivo esfuerzo de su parte. Texto que respete la pasividad primera del lector. En el principio debe primar el tipo de texto en el que el autor mantiene el control.
El final
El final de una historia presume el compromiso del lector. Ha llegado hasta aquí y por lo tanto se ha involucrado con la trama y los personajes. Los ha modificado e imaginado a su antojo. La historia ha pasado de manos del escritor a las del lector.
Y en el curso de esta transferencia, el autor pierde el control. Incluso los eventos de la historia, que el autor determina, toman una vida propia conforme su significado se analiza y sopesa. El lector se convierte en el depositario no solo de lo que imaginó el autor, sino de la incertidumbre subyacente. Los roles se han emborronado, interseccionan, se solapan uno con el otro, indistintos, conforme el lector continua con el proceso de la escritura mas allá del momento en que el escritor la abandonó.
Es el momento de dejar que el lector se apropie de la historia, la cierre, y la haga suya para siempre. En el final debe primar el tipo de texto que deja espacio a la subjetividad y es maleable por el lector.
Robin Black distingue entre los dos finales de una historia. Por un lado esta el llamado fulcrum (fulcro, punto de apoyo). Esto es el punto en el que la historia se resuelve. El protagonista se muere. La pareja de enamorados se casa. Los buenos ganan la batalla crucial… Son los hechos que concluyen la trama. Y luego esta el fin literal de la historia, es decir, lo que el escritor escribe al final y que suele suceder al fulcrum. La conclusión.
Pienso ahora en el fulcrum como ese momento en el que el autor se echa a un lado y se aleja de los hechos de la trama, sobre los que tiene total autoridad, y empieza a ceder la historia al lector para que se la lleve consigo.
Robin Black subraya que estas reflexiones suyas no son una regla rígida a seguir. Pero ciertamente, proporcionan una estructura muy útil para pensar en como el lector se va a involucrar con el cuento que estamos tejiendo. The Cuentista acaba de releer La metamorfosis de Kafka. Un libro que, creo cualquiera estará de acuerdo, hace grandes demandas a la imaginación del lector. La historia famosamente empieza así:
Una mañana, al despertar de sueños intranquilos, Gregor Samsa se encontró en su cama convertido en un monstruoso bicho.
Si mucho preliminar, Kafka no pierde un minuto en explicar al lector cual es el hecho fundamental de la trama. Trama que se resuelve cuando el pobre Gregor finalmente muere. Sin embargo, pasado ese punto, Kafka continua con la historia varias paginas más, pobladas de detalles nimios sobre el resto de los habitantes de la casa hasta la escena final en el tranvía que nos invita a considerar el futuro que se extiende mas allá de la muerte del protagonista. Pero que está imbuida de la desazón y la nostalgia que produce su trágico destino. O al menos, ese es el modo en que yo lo percibo.
Robin Black es una escritora estadounidense que aun no esta traducida en España. Acaba de publicar Crash Course, una compilación de ensayos sobre escritura y creatividad y más cosas. El libro se subtitula: Essays from where writing and life collide (ensayos desde dónde la escritura y la vida confluyen). Black tiene una extraordinaria sensibilidad hacia el proceso de la escritura y es felizmente generosa con sus reflexiones. Seguiré comentando algunos de sus mejores artículos.
javierppff says
julio 16, 2016 at 6:38 pmUna forma muy interesante de enfocar la relación autor/lector. Gracias por acercarnos a Robin Black a los que nuestro inglés se nos queda corto para leerla.
The Cuentista says
agosto 11, 2016 at 5:30 pmMuchas gracias Javier. Es una pena que Robin Black no este traducida, porque es una escritora estupenda. Seguire comentando este libro, que tiene un monton de artículos, aquí en este blog.
iorg19 says
julio 22, 2016 at 7:07 pmMuchas gracias por este gran aporte. Un recurso excelente para todo aquel que quiera dar el paso a crear un vínculo entre el y su lector.
A mi me da ‘miedo’ a la hora de entrar en el final de mi historia. Tendré que dejar el lector «satisfecho» o sorprendido…
The Cuentista says
agosto 11, 2016 at 5:29 pmMuchas gracias. Entiendo perfectamente lo del ¨miedo¨ a enfrentarse al final de la historia… Es definitivo! Y perdón por contestar tan tarde, no se porque tu mensaje había ido a spam.
iorg19 says
agosto 11, 2016 at 7:29 pm«Nunca es tarde si la dicha es buena». Saludos!