El perfeccionismo es la voz del opresor, el enemigo del pueblo. Te tendrá toda tu vida agarrotado y loco, y es el principal obstáculo entre tú y un primer borrador de mierda.
La búsqueda de la perfección es, quizás mas que nunca, el talón de Aquiles de muchos aspirantes a escritor. No hay ciertamente nada de malo, al contrario, en aspirar a la corrección, a la pulcritud, y a la calidad mas alta que puedan alcanzar tus escritos. Pero ahora que tenemos en nuestras propias manos tantos instrumentos al servicio del oficio (desde los correctores de ortografía, pasando por el mas sofisticado formateo, y hasta la auto-publicación ), es fácil olvidar la naturaleza del proceso creativo, y todo lo que tiene de sucio, caótico, osado. La teoría de los primeros borradores de mierda que Anne Lamott expone en el imprescindible Pájaro a Pájaro es un buen aliciente para bajarnos de la torre de marfil y sumergirnos en los lodos de los que surge la creación.
Dice Lamott de los primeros borradores de mierda:
Todos los buenos escritores los escriben. Así es como luego escriben buenos segundos borradores y espléndidos terceros borradores. La gente suele fijarse en los escritores de éxito, escritores a los que les publican los libros e
incluso sacan algún dinero, y piensan que se sientan al escritorio todas las mañanas y se sienten como una montaña de dólares, magníficos, satisfechos de quiénes son y cuánto talento tienen y la historia tan buena que van a contar; que respiran hondo un par de veces, se remangan, giran el cuello un par de veces para hacerlo crujir y se lanzan a ello, redactando pasajes perfectamente acabados a la velocidad de un taquígrafo de juzgados. Pero esa es la fantasía de los no iniciados.
El primer borrador de mierda es un permiso que uno se da para expulsar de la habitación, con una patada bien dada, al editor interno y quedarse a solas con el escritor. Para escribir con fluidez y así encontrar la voz y el hilo argumental que incitará a los lectores. Para escuchar lo que tienen que decir los personajes, aprender a dónde quieren ir, y documentar lo que les pasa.
El primer borrador es el borrador del niño, dónde dejas que todo salga de ti y se ponga a dar vueltas, sabiendo que nadie mas lo va a ver y que lo podrás revisar más tarde. Simplemente, dejas que esta parte infantil tuya canalice cualquier voz y visión que se te ocurra y las ponga en la página. Si a uno de tus personajes le da por decir: «Bien, ¿y qué Señor Calzoncillos Sucios?», tu le dejas que lo diga. Nadie lo va a ver. Si el niño quiere meterse en un territorio totalmente sentimental, lloroso y emocional, le dejas. Simplemente lo pones todo en el papel, porque puede que en esas seis páginas locas haya algo bueno que nunca se te hubiera ocurrido si te comportas como un adulto racional.
El primer borrador de mierda es también una manera de espantar al temido bloqueo. Si ya has aceptado que lo que vas a escribir es una mierda ¿qué hay que temer?
Casi toda la buena escritura comienza con horribles esfuerzos iniciales. Hay que empezar por alguna parte. Empieza poniendo algo, cualquier cosa, en el papel.
Lamott dice que una parte importante para lanzarse a este proceso es acallar las voces en tu cabeza, que se empeñan en juzgarte y bloquearte. El recuento de las suyas es hinchante: Una lectora avinagrada que no hace mas que decirle: ¿eso no es muy interesante no?; un alemán larguirucho que le escribe informes Orwellianos con todo lo que ha hecho mal; William Burroughs bostezando porque encuentra que sus textos parecen escritos por una planta de interior; y por supuesto sus padres (¿cuales son tus voces?).
El primer borrador de mierda es, evidentemente, solo un primer borrador. Una oportunidad para empezar a revisar, a corregir, a buscar palabras, a construir frases, a armar diálogos…
Un amigo mío dice que el primer borrador es el borrador de poner: pones las cosas por escrito. El segundo borrador es el borrador de componer: lo arreglas y lo compones. Intentas decir lo que tengas que decir con más exactitud. Y el tercer borrador es el borrador dental, en el que vas comprobando diente a diente para ver si hay alguno suelto o constreñido o podrido o incluso, válgame Dios, sano.
Si escribir te es necesario como el respirar, atrévete a escribir primeros borradores de mierda. No serás el primero.
Porque como dice Lamott:
… tenemos que provocar desorden para descubrir quienes somos y porque estamos aquí y, por extension, que se supone que tenemos que escribir.
Pájaro a Pájaro no tiene desperdicio. El subtitulo (instrucciones para escribir y para la vida) es fiel al contenido. Si ya lo has leído, cuéntame que te parece. Para mas Anne Lamott lee Stitches o Mi hijo: instrucciones de uso. También, esta entrevista con Ann Patchett.